» Ir al portal nuevo de Microjuris OK
Iniciar una carrera en Derecho es, por sí mismo, un gran reto que demanda tiempo, esfuerzo y sacrificios personales. Sin embargo, para una madre, esta travesía adquiere dimensiones adicionales que la colocan ante una compleja encrucijada diaria entre el deber familiar y la vocación profesional. Las madres estudiantes de Derecho deben enfrentarse a largos periodos de estudio, presión académica, responsabilidades domésticas y, en muchas ocasiones, largos recorridos diarios. A pesar de estos obstáculos, no solo es posible culminar la carrera, sino también hacerlo con excelencia cuando se cuenta con determinación, disciplina y apoyo familiar.
A diferencia de otras disciplinas académicas, la formación en Derecho exige largas horas de estudio, análisis riguroso y constante preparación para participar de manera activa en clase. Esto implica, multiplicar esfuerzos, reducir significativamente el tiempo de ocio o descanso, y mantener una rutina bien organizada. La clave está en reconocer desde el inicio que esta elección conlleva sacrificios importantes, pero a la vez, grandes recompensas personales y profesionales.
Mi experiencia como estudiante de Derecho es testimonio de esta realidad. En agosto del 2022 tomé una de las decisiones más significativas de mi vida: comencé mis estudios en la Escuela de Derecho de la Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico, localizada en la ciudad de Ponce. Sin embargo, mi residencia se encuentra en el municipio de Hatillo, lo cual implicaba un trayecto diario de aproximadamente una hora y cuarenta minutos, cuatro días por semana. Durante estos tres años, mi vida se rigió por una rutina estricta: madrugar, organizar a mi familia, conducir largas distancias, atender responsabilidades académicas rigurosas, y luego regresar al hogar.
Esta exigente rutina significó renunciar temporalmente a otras actividades académicas extracurriculares, internados o prácticas que, aunque valiosas, implicaban mayor inversión de tiempo y recursos. Sin embargo, concentrarme plenamente en los estudios permitió que mis esfuerzos dieran frutos, culminando ahora satisfactoriamente estos tres años de estudios intensivos. Este sacrificio fue posible gracias a la disciplina, pero principalmente al apoyo incondicional de mi núcleo familiar.
El soporte familiar constituye un factor crucial para cualquier madre estudiante de Derecho. Sin el respaldo emocional, económico y logístico de nuestros seres queridos, completar esta carrera resultaría, si no imposible, extraordinariamente difícil. Por ello, es esencial que quienes estén contemplando esta decisión mantengan un diálogo sincero con su familia, explicando claramente la carga que implica esta carrera y cómo pueden colaborar para facilitar esta gran meta.
Otro aspecto fundamental es reconocer cuándo solicitar ayuda. Las madres que estudian Derecho no deben sentir temor ni vergüenza al pedir apoyo a sus profesores o a sus compañeros. La mayoría de los docentes están conscientes de la diversidad de circunstancias que enfrentan sus estudiantes y suelen mostrar flexibilidad o brindar orientación cuando se les comunica abiertamente una necesidad específica. Pedir apoyo académico no es un signo de debilidad, sino de responsabilidad y madurez, y representa una herramienta valiosa para avanzar en la carrera sin descuidar responsabilidades familiares. La comunicación abierta con los profesores, por ende, se vuelve un activo indispensable. En mi caso, pude establecer relaciones profesionales respetuosas con docentes que fueron de gran apoyo durante la carrera. Este recurso puede hacer la diferencia entre abandonar la carrera o continuar y lograr culminarla.
A aquellos padres y madres que evalúan la posibilidad de iniciar una carrera en Derecho, mi consejo principal es claro: enfóquense y sean disciplinados. La carrera de Derecho requiere consistencia y organización meticulosa; es necesario adoptar métodos de estudio eficientes, distribuir sabiamente el tiempo disponible, e incluso aceptar con humildad que algunas actividades cotidianas deberán posponerse temporalmente.
El plan de estudio es riguroso y exigente, pero no debe ser motivo de desánimo. Al contrario, es el camino necesario para formar profesionales capaces y comprometidos con la justicia. Cada sacrificio, cada jornada extenuante, cada hora invertida en estudio profundo, finalmente se convierte en una inversión valiosa para nuestra vida profesional y personal. Ahora, al culminar esta etapa inicial, comienza otra fase crítica: la preparación para la reválida, examen indispensable para el ejercicio profesional del Derecho en Puerto Rico. Esta nueva meta requerirá nuevamente enfoque, planificación cuidadosa y firme determinación.
Ser madre estudiante de Derecho es sinónimo de valentía, perseverancia y compromiso. Es el ejemplo vivo para nuestros hijos de que con dedicación, disciplina y apoyo familiar sólido, los sueños pueden hacerse realidad, aun cuando el camino esté lleno de desafíos. Por eso hoy les digo a esas madres y padres que están dudando o que sienten temor por emprender esta jornada: sí es posible, sí se puede lograr. Lo importante es dar el primer paso, sostenerse con firmeza, y mantener claro el propósito hasta alcanzar esa toga anhelada. Porque ser madre y jurista no es una contradicción, sino la prueba contundente de que, con sacrificio y esfuerzo, todos los retos pueden superarse exitosamente.